martes, 21 de septiembre de 2010

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario


(Ciclo C)

La realidad lo confirma muchas veces: los ricos terminan perdidos en el laberinto engañoso de las riquezas, pierden sensibilidad ante las necesidades y los lamentos de los pobres y malgastan la vida encarcelados en su egoísmo.

La parábola del rico y del pobre describe y denuncia la insolidaridad y desigualdades escandalosas entre los seres humanos.

Señor, en la parábola de hoy no te limitas a hacer referencia a la insolidaridad y a las desigualdades en la distribución de los bienes materiales.

Nos recuerda también la trascendencia de la vida humana.

Nuestra meta es la vida eterna, el encuentro contigo, un encuentro que ya se inicia en este mundo.

Quien se apega a las cosas materiales, se encuentra al final del camino con las manos vacías.


Amós 6, 1a. 4 - 7.
Salmo 145.
1ª Timoteo 6, 11 - 16.
Lucas 16, 19 - 31.

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