miércoles, 5 de mayo de 2010

LOS CUATRO MAGNÍFICOS

Infinidad de veces son las que se me viene a la memoria el gran grupo cofrade y humano que cada día y desde que tengo uso de razón nos han formado y nos forman como personas y como cofrades a muchos de los que hoy en día estamos en activo en nuestras respectivas hermandades.
Hablo de mi tio Rafael Llanes Mojarro, Manuel Gómez Morales (Carnicerito, padre de mi gran amigo y capataz "Manolo Carnicerito" hijo), Miguel Ángel Cabrera Bravo (El Milhojas de Huelva) y mi padre, Pepe Llanes Mojarro.


Allá por el año 79, estos cuatro Señores idearon una Cruz de mayo, única, y que disfrutó Huelva hasta 1986. Tenía más de Cofradía que de Cruz de Mayo. Me refiero a la Cruz de Mayo de San Francisco (nada que ver con la Hermandad de la Esperanza), que hacía su salida desde la Calle Santa María y que poseía un cortejo de calidad, digno de cualquier corporación pasionista e incluso centuria romana tras el paso. Orfebres de la talla de Villarreal o bordadores de nombre como Paco Contioso dejaron su impronta en esta Cruz, que era acompañada músicalmente año tras año por la Agrupación Musical de los Gitanos de Sevilla, lo mejor que había en la época.

Con este grupo pasé los mejores momentos de mi infancia, pateándonos Sevilla durante el año y disfrutando de la Semana Santa sentados en las sillas de la mítica "Punta del Diamante", en la Avenida de la Constitución, aprendiendo de la mano de ellos.

Sin duda, un momento esperado por todos nosotros era el montaje de la cera en los palios, como lo muestran estos recortes de periódico.
Muchos han sido las hermandades de Huelva y provincia que pedían a este grupo montar la cera de sus pasos de palio, pero donde realmente disfrutábamos era en la Parroquia de los Dolores, donde el ritual era todos los años el mismo.

Siempre a medio día, comenzábamos a fundir la cera. Cada uno sabía cuál era su acometido. Sobre el paso mi padre, fundiendo la cera mi tio y Carnicerito, el Milhojas con el cazo, mi hermano y yo en el frontal, mis primos en los costeros...
Y al acabar la jornada nos ibamos al bar que había tras la casa hermandad y nos comiamos los hornazos y las torrijas para contar las mil y una historias que se había vivido.

Como anecdota, una vez casi al terminar de poner toda la cera en la candelería, llegó un joven de la Hermandad con un serrucho en la mano. Y le dice a mi padre: -"Tome usted el serrucho", ante la sorpresa de mi padre que le preguntó: -"¿Un serrucho para qué?". Y le contesta el chaval -"Para igualar todas las velas...¿no?"......... Sin comentarios.... jejeje.