jueves, 5 de noviembre de 2009

XXXII DOMINGO del TIEMPO ORDINARIO



(Ciclo B)
Hacía falta una gran generosidad y una profunda fe en la Palabra de Dios.

La respuesta de la viuda de Sarepta es la misma que Dios espera de nosotros.

Dios, por su parte, no permitió que se acabaran ni el aceite ni la harina y aquella mujer y su hijo no murieron precisamente porque creyeron en la promesa del Dios de la Vida.

Señor, que la opción preferencial por los pobres no sea mera palabrería. Que intuyamos las necesidades de las personas que nos rodean y nos sintamos felices compartiendo lo que tenemos.

1º Reyes 17, 10 – 16.
Salmo 145.
Hebreos 9, 24 – 28.
Marcos 12, 38 - 44.


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